miércoles, 24 de marzo de 2010

Crítica Literaria: "El Quijote de la Mancha" (Profesora Miriam Videla

DON QUIJOTE DE LA MANCHA: EL LOCO, EL VILLANO Y EL CARNAVAL


Resumen
Don Quijote de la Mancha es un texto que rompe en diversos sentidos el orden social de la España de los Austria. Miguel de Cervantes utiliza elementos carnavalescos para ingresar, en ciertas ocasiones, a un ambiente de relaciones sociales horizontales y libres que alteran los valores, los reglamentos y el poder de las instituciones. De esta forma, es posible analizar la novela sobre la base de las nociones de juego, transgresión y anulación del orden social, y el ciclo de muerte y resurrección propias del carnaval.

Don Quijote de la Mancha constituye, sin lugar a dudas, una obra transgresora. No sólo por sus diversas innovaciones en el plano formal, tales como su acentuado dialogismo y perspectivismo, sino porque rompe en múltiples direcciones con su plano referencial, dislocándolo, forzándolo y, en definitiva, desdibujando el orden social establecido en España por los Austria. Más aún, genera un caballero andante que profana la misma realidad de la época.

Bajo esa perspectiva, es dable analizar la novela cervantina sobre la base del Carnaval , figura empleada por Mijail Bajtin para analizar la obra de Francois Rabelais, que, como instalación de un tiempo alternativo en la vida del hombre, en el cual todos los valores, reglamentos, autoridades e instituciones son profanados para ingresar a un ambiente de relaciones sociales horizontales y libres, aporta un marco de análisis útil para abordar Don Quijote de la Mancha. En esa línea, me interesa ocupar sobre todo las nociones de juego, transgresión y anulación del orden social y el ciclo de muerte y resurrección.

Bufones en los caminos
El carnaval tiene como uno de sus ejes centrales la noción de juego, que se relaciona con las formas artísticas y animadas de imágenes, vale decir, con las formas del espectáculo teatral. No se trata, sin embargo, de que el carnaval extienda los códigos teatrales a la calle, sino más bien de que la vida misma es representada por los elementos característicos del juego. De hecho, el carnaval pasa por alto aspectos fundamentales del teatro, como la distinción entre actores y espectadores, la noción de escena, entre otros elementos: "los espectadores no asisten al carnaval, sino que lo viven, ya que el carnaval está hecho para todo el pueblo" (Bajtín, 13). No se puede soslayar, sin embargo, que bufones y payasos son los personajes característicos de esta fiesta.

Ahora bien, Cervantes construye parte significativa de Don Quijote de la Mancha como un juego, que "no llega nunca a ser la identificación con el protagonista [...] Básicamente, es un mirar lo que le va ocurriendo en sus previsibles colisiones con el mundo que lo rodea" (Martínez, 132). Colisiones que están marcadas, por lo demás, por la clara adopción de formas teatrales, que tienen que ver con la utilización de máscaras, caretas y disfraces. Además, con la caracterización de numerosos personajes en el transcurso de la novela.

Don Quijote y Sancho Panza emplean una serie de artilugios y disfraces tendientes a dar forma a los personajes - caballero y escudero - que emprenden los tres viajes por España. La adarga, la lanza, la espada, entre otros, no son sino partes de un disfraz destinado a representar personajes anacrónicos e idealizados por las lecturas caballerescas. Sin embargo, es interesante consignar que las máscaras y los disfraces no sólo son empleados por el loco y el villano, sino por muchos de los seres que pasan por la obra. Dorotea y su alter ego Micomicona, los duques y muchos de sus subordinados, que encarnan desde Merlín hasta Arcalaús el encantador, asumen toda clase de máscaras.

Con todo, los duques y los amigos de don Quijote, vale decir, el barbero, el cura y el bachiller Carrasco resultan relevantes en la medida que además de representar ciertos personajes, generan complejas representaciones para el Caballero de los Leones. Mientras los primeros lo hacen para divertirse a costa de la locura de don Quijote - al que conocen por la lectura de la primera parte del libro -, los segundos tratan de devolver al de la Triste Figura a la cordura y el mundo real. Cabe subrayar, a ese efecto, la figura de Sansón Carrasco, que como el Caballero de los Espejos, primero, y el de la Blanca Luna, después, desafía a don Quijote para conseguir los fines antes mencionados.

Como consecuencia de lo anterior, se produce un progresivo proceso en que, según Mario Vargas Llosa, "la ficción comienza a devorar la realidad" (Vargas Llosa, Cervantes XVI). La ficcionalización de la realidad atrapa de manera creciente las andanzas de don Quijote, sobre todo, en la segunda parte, donde su relación con los duques y con Antonio Moreno, lleva esa tendencia a su punto más alto.

El mundo al revés
Uno de los rasgos más relevantes del carnaval es la anulación de las jerarquías y del orden existente con el fin de vivir en un mundo de mayor igualdad. De esta forma, es un período en que se rompen las diferencias sociales y, en consecuencia, los hombres se relacionan como iguales. En suma, se vuelve el mundo al revés. Para Angélica Corvetto-Fernández:

El carnaval es un espacio y tiempo de excepción; donde las categorías se anulan, las jerarquías se disuelven, las diferencias se allanan. Lo alto se degrada, lo bajo se eleva, lo rico se hace pobre, la miseria se enriquece, el villano y el noble se igualan. La lógica es burlada y la locura reina. Basado en la anulación de las distancias, de la medida, del miedo, respeto y etiqueta, el carnaval produce una atmósfera de caos, irrealidad, paroxismo y grotesco que lo constituye en un hecho altamente estético. (Corvetto-Fernández)

No se trata tan sólo de un ambiente sórdido y desordenado, sino también de la posibilidad de que un individuo pueda establecer nuevas relaciones con sus semejantes.

La transgresión cervantina pasa, en primer término, por el desafío de don Quijote al orden establecido. Lo anterior, tiene que ver con la locura de don Quijote, vale decir, con su convicción de ser un caballero andante y, por ende, con su misión mesiánica. Mario Vargas Llosa afirma, en esa línea, que:

El Quijote no cree que la justicia, el orden social, el progreso, sean funciones de la autoridad, sino obra del quehacer de individuos que, como sus modelos, los caballeros andantes, y el mismo, se hayan echado sobre los hombros la tarea de hacer menos injusto y más libre y próspero el mundo en el que viven. (Vargas Llosa, Cervantes XX)

Si a eso le sumamos el férreo compromiso de don Quijote con la libertad y la justicia, no resulta extraño que subordine la autoridad al cumplimiento de su 'sagrada misión'. En esa línea, existen en la novela dos episodios claves para contemplar como el Caballero de la Triste Figura vuelve el mundo al revés. Bajo esa perspectiva, está el enfrentamiento con Juan Haldudo, vecino de Quintanar, que amparado en las costumbres de la época está azotando a un mozo que ha perdido a sus ovejas. Además, la liberación de los galeotes que, según Vargas Llosa, es:

La aventura donde don Quijote lleva su espíritu libertario a un extremo poco menos que suicida - delatando que su idea de la libertad anticipa también algunos aspectos de los pensadores anarquistas de dos siglos más tarde - es una de las más célebres de la novela: la liberación de los doce delincuentes, entre ellos el siniestro Ginés de Pasamonte. (Vargas Llosa, Cervantes XXI)

Lo interesante de esa aventura es que al transgredir la acción de la justicia, don Quijote pasa a llevar la autoridad del mismo monarca, tal como advierte Sancho Panza: "- Advierta vuestra merced - dijo Sancho - que la justicia, que es el mismo rey, no hace fuerza ni agravio a semejante gente, sino que los castiga en pena de sus delitos" (200). Ciertamente, el Caballero de la Triste Figura hace caso omiso a tal advertencia.

Cabe destacar, además, en este apartado la estancia de don Quijote en el castillo de los duques. Pese a que no acaece una ruptura del orden establecido, existen una serie de elementos perturbadores que manifiestan, de una forma u otra, el deterioro de la elevada clase social. Félix Martínez cree, en esa línea, que:

El esplendor de la corte [...] y sus regocijos, son socavados por un gran número de breves insinuaciones de la miseria mundana: las deudas del duque, su insensibilidad y frivolidad [...] las manifestaciones de la caducidad del cuerpo (que incluyen la mala dentadura de doña Rodríguez y las piernas supurantes de la Duquesa) (Martínez, 142)

Para Martínez, las miserias de la nobleza contrastan con las regiones poéticas más idealizadas con que debieran ser representadas figuras de un elevado rango social, lo que tendría que ver con el débil realismo de Don Quijote de la Mancha.

El rey al desnudo
La representación del ciclo de muerte y resurrección es, a todas luces, uno de los aspectos más relevantes del carnaval. De cierta forma, éste intenta simbolizar los hitos que permiten la circularidad del infinito. Lejos de la trascendentalidad de la renovación de la naturaleza, sin embargo, el carnaval simboliza tal evento de una manera simple y paródica: la coronación y el destronamiento del rey. Así, se escoge un individuo cualquiera y se le erige como el monarca de la fiesta, de la alegría y los excesos para al final botarlo de su trono, burlarlo y humillarlo. Eduardo Hopkins sostiene, en esa línea, que a través del humor y la burla se intenta plasmar el misterio de la naturaleza:

En la base del rito de coronación y destronamiento del rey se encuentra el núcleo mismo de la percepción carnavalesca del mundo: el pathos de cambios y transformaciones, de muerte y renovación. El carnaval es la fiesta del tiempo que aniquila y renueva todo [...] Coronación-destronamiento es un rito doble y ambivalente que expresa lo inevitable y lo constructivo del cambio-renovación, la alegre relatividad de todo estado y orden, de todo poder y de toda situación jerárquica. En la coronación ya está presente la idea de un futuro destronamiento: la coronación desde un principio es ambivalente. (Hopkins)

La coronación y el destronamiento del rey - en una clave mucho más irónica, claro está - se puede apreciar en Don Quijote en la breve administración de Sancho Panza de la ínsula 'Barataria', que se extiende en los capítulos XLV, XLVII, XLIX, LI Y LIII de la segunda parte de la novela. Al igual que en el carnaval, Sancho es escogido por los duques para convertirse en gobernador no debido a sus méritos personales ni por sus habilidades para el cargo, sino por el deseo de satisfacer el máximo anhelo del escudero. Para los duques no es sino otra de las tantas burlas que le hacen a los hombres de la Mancha.

La mordacidad de la determinación de los nobles se acentúa, además, en el hecho de entregarle a Panza una ínsula que no es tal y a que su propio nombre alude a la manera de conseguir el gobierno: "Diéronle a entender que se llamaba 'la ínsula Barataria', o ya porque el lugar se llamaba 'Baratario' o ya por el barato con que se le había dado el gobierno" (888). Cabe recordar que barato aludía a la propina que se le daba a los mirones del juego en esa época y, también, a un engaño.

Aunque Sancho realiza una gestión superior a la esperable, dada su baja condición social e intelectual, y a que incluso muestra destellos de sabiduría y de buen juicio, el término de su gobierno hecha por tierra todos sus méritos. La turbación que le provoca una falsa invasión a su 'ínsula' planeada por los duques, impide siquiera que sea derrocado y, por el contrario, lo impulsa a regresar con el caballero de la triste figura: "Por cuyas persuasiones y vituperios probó el pobre gobernador a moverse, y fue a dar consigo en el suelo tan gran golpe, que pensó que se había hecho pedazos [...] Unos tropezaban en él, otros caían, y tal hubo que se puso encima un buen espacio" (955).

El gobierno de Panza constituye, en definitiva, un signo de lo inevitable de la renovación y la capacidad de alterar y burlar el poder jerárquico. Sin embargo, no se puede negar que en esta ocasión la acción carnavalesca tiene como gestor a la propia autoridad.

Donde el carnaval llega a su fin
Don Quijote de la Mancha admite, ciertamente, una lectura desde la noción de carnaval. El juego, la transgresión, la anulación del orden social y el ciclo de muerte y resurrección están presentes en la novela cervantina. También, es posible indagar otros elementos no analizados en este trabajo, tales como la carcajada colectiva y el lenguaje del carnaval, que, por cierto, tiene un carácter marcadamente coloquial, sin formalismo alguno y, en ciertas ocasiones, vulgar. Cabe consignar, por último, que el ludismo y la desacralización que suponen los elementos carnavalescos en Don Quijote contribuyen a debilitar el realismo de la obra, generando una pieza de rasgos cómicos. De ahí que Félix Martínez considere que: "la prolongación indefinida del conflicto sistemático entre el protagonista y su mundo, sólo es posible en el clima de la comedia, es decir, en el de un 'realismo' muy atenuado, idealizado en dirección hacia el sobrevivir y la buena fortuna." (Martínez, 140). Atenuado realismo que, desde luego, convierte la lectura de Don Quijote en un verdadero carnaval. Vale.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

super me sirvio demasiado :D

Carlos Alberto Laster dijo...

29 de Octubre 2016
Coamo, Puerto Rico

Saludos Afectuosos;
Profesora Miriam Videla:

Por este medio quisiera solicitar de usted el permiso para el uso de su artículo titulado "Crítica Literaria “El QUIJOTE de la Mancha" publicado en el Internet el 24 de Marzo 2010. El mismo será publicado en PUERTO RICO e un libro que llevara por título "EXEGEIS DEL QUIJOTISMO" para los entusiastas y amantes de Don Quijote y el teatro junto con los nuevos lectores jóvenes de este siglo. Si usted así lo permite favor de enviar el texto descriptivo para acreditar al final dicho artículo de la manera que usted lo desee identificando al autor.
Este libro está pautado para ser publicado antes de finales de este año en gracia 2016.
Gracias anticipadas,
Queda de usted;
Carlos Alberto Laster
maestrolaster@gmail.com
Tel; 787-470-5747