APUNTES BIOGRÁFICOS ACERCA DE SIMONE DE BEAUVOIR
En julio de 1986, la filósofa mexicana Graciela Hierro declaraba con la voz rota, durante una conferencia a las mujeres de PEMEX: “Ha muerto Simone de Beauvoir, la madre del feminismo mundial de este siglo”. Mi maestra tenía una verdadera pasión por la escritora francesa, pasión que yo compartía, y también por su obra filosófica, con la cual estaba yo menos de acuerdo. De hecho, Graciela Hierro escribiría una parte importante de su propia obra ética y de filosofía de la educación con base en la idea beauvoiriana de que las mujeres somos construidas como un ser para otro, para ser un segundo sexo, y que en la superación de este condicionamiento social se cifraba la liberación del género humano.
No dudo que a Simone de Beauvoir la apasionada lectura y dedicación de una maestra mexicana le hubiera encantado. Si algo hay que nunca me cuadró de “la madre del feminismo mundial”, es exactamente que hubiera podido aceptar ese título, que le hubiera encantado oírlo: en toda su obra de reflexión autobiográfica, junto con la más brillante percepción de la historia inmediata, percepción existencialista del estar en el mundo y ser en él una mujer conformada por todas las experiencias, está también un dejo de superioridad para con todas las demás mujeres, a las que puede mirar, sea con amor y compasión (Zaza, Stépha), sea con ironía, desdén, pena. Simone de Beauvoir, en Mémoires d’une jeune fille rangée, continuamente identifica su libertad con su capacidad para estudiar, y a pesar de que describe historias de amistades femeninas entrañables, y absolutamente formadoras, también afirma que en su juventud, al sentirse sola y consciente de que nadie la entendía ni la amaba “tout entière”, su aislamiento le permitió la manifestación de su superioridad, dándole la seguridad de que era alguien y de que haría algo. Es su obra autobiográfica y literaria la que hace de Simone de Beauvoir una feminista, aún más que El segundo sexo (y desde mucho antes de que ella lo reconociera) y que los artículos de Les temps modernes. En el apasionado mundo de su escritura, salvación y trascendencia a la vez, la escritora asume que su vida personal es la creación de una mujer superior; por ello, nunca separa lo vivido de la teoría que elabora. Ahora bien, lo autoreferente en el feminismo no debe confundirse con la egolatría, so pena de no entender su valor político. Las referencias autobiográficas de las escritoras implican la posibilidad de darle un cuerpo, individual y diferente, a la realidad del conjunto de las mujeres, de reconocerse como un ejemplo de la colectividad y sus situaciones de opresión históricas, así como una respuesta a las mismas.La biografía de Simone de Beauvoir es fácil de reconstruir a partir de lo que ella misma, con un ejercicio constante de búsqueda de la verdad existencial, reporta en Memorias de una joven formal y las subsiguientes autobiografías La force de l’age (traducido: La plenitud de la vida), de 1960, La fuerza de las cosas, de 1963, Una muerte muy dulce, de 1964, acerca de la muerte de su madre, así como en los ensayos La vejez, de 1970, Tout compte fait, de 1979, y en el relato La ceremonia del adiós, donde describe sus últimos tiempos con Jean-Paul Sartre.Nacida a las cuatro de la madrugada del 9 de enero de 1908, en un boulevard Raspail de indudable clase acomodada, en un cuarto de muebles blancos, rodeada de fotografías de tías y tíos, Simone Lucie Ernestine Marie Bertrand de Beauvoir descubre la vida, los celos y la amistad con el nacimiento de una hermana, a los dos años y medio. Su padre, que coqueteaba con la idea de ser noble, en juventud manifestó el deseo de trabajar en teatro, pero para no perder su posición en la “buena sociedad” se convirtió en abogado, profesión que siempre odió. Su madre era una católica militante, situación que permitió más tarde a la niña trabar amistad de por vida con Zaza, Elizabeth Mabille, la amiga que no sólo la introdujo conversando a los recovecos más profundos, místicos y prácticos del catolicismo, sino que, con su muerte, selló la liberación de Simone de esa creencia misógina y contraria a la naturaleza de la vida.La apreciación de los placeres y de lo trascendente de las sensaciones, la llevaron a intensas experiencias vivenciales y a una dedicación feliz a los estudios. Ingresó tras un año de preparación a la escuela de filosofía de la Sorbonne, donde pasó el examen de agrégationa los 21años. En 1929, al finalizar sus estudios, se ligó a un grupo de filósofos incipientes que no hubiesen agradado a las amistades católicas de su primera juventud. Con Paul Nizan, André Hermaid y Jean Paul Sartre dialogaba hasta altas horas de la noche. Muy pronto vio en Sartre a un igual, a un amigo de intelecto, a alguien que compartía sus quemantes aspiraciones, alguien, en fin, que la sacaría de su soledad. Su historia de amor, que con sus altibajos duraría hasta la muerte, ha sido un ejemplo de libertad amorosa para las dos generaciones posteriores de heterosexuales, pero hoy está siendo revisada a la luz de sus cartas, para comprobar si la relación de total intercambio y mutuo apoyo pregonada por de Beauvoir no fue en realidad su creación literaria más convincente. Creo que debemos hacer el esfuerzo de ubicar históricamente la relación de pareja heterosexual más intensa de mediados del siglo XX. Si ubicamos a Simone de Beauvoir en un tiempo que, en gran medida, rebasó y transformó, pero que de todas maneras la formó a ella, podremos entender por qué, tras haberse alejado sentimentalmente de Sartre en 1947, volvió de Estados Unidos para apoyarlo en su tarea de redacción filosófica, abandonando a su amante, Nelson Algren, a su novela, a un país menos atado a las trabas del pasado que Francia. Sin lugar a dudas, desde el momento mismo en que lo conoció, Beauvoir consideró la obra de Sartre como la más importante de sus tiempos, en el mundo entero, de manera que le manifestaría un mayor respeto que a la suya propia. Como mujer formada en el catolicismo y la moral burguesa, a pesar de su seguridad intelectual y su sentimiento de superioridad, no se habría enamorado de un hombre que no considerara superior a ella misma; más aún, considerándose ella superior a todos los demás hombres que conoció.En el lapso de tiempo que corrió de la crisis económica de 1929 a la guerra, siguió estudiando filosofía en Berlín; se mudó al departamento debajo de Sartre; experimentó la intensa relación de Sartre con una estudiante de nombre Olga Kosakievicz, experiencia sobre la que basó su primera novela: L’invitée, por sugerencia del filósofo que la instaba a meterse en su literatura para comprometerse con ella misma.
Enseñó filosofía en Marsella, Rouen y, finalmente, regresó a Paris. Muy consciente de la situación política francesa y del desamparo que experimentaba frente a la inminencia de la guerra, [ durante la ocupación alemana, aparentemente no se ligó a la Resistencia, limitándose a reportar las experiencias de una vida condicionada por la política, la persecución, el antisemitismo, la muerte. Su obra literaria posterior -considerando su autobiografía y las novelas Le sang des autres (1945) y Les mandarins (1954)-, revela su reflexión acerca de cuestiones como el compromiso político, las relaciones de amor y amistad en tiempos de excepción, la muerte, la necesaria Resistencia, el ambiguo rol de las mujeres en la vida y los entusiasmos políticos de los hombres.Después del éxito literario de Tous les hommes sont mortels, de 1946, empezó a viajar y a estudiar las formas en que las mujeres son vistas por el colectivo masculino en todo el mundo. En 1949 publicó El segundo sexo. Este libro la convirtió en la primera filósofa que, durante esa posguerra que clamaba por mujeres sumisas a la felicidad doméstica, se comprometiera con los estudios de la condición de subordinación y negación de la experiencia femenina. Por debajo de su aparente aceptación del rol de ser para otro, de Beauvoir percibió que ellas estaban a punto de destronar el mito de la feminidad y afirmar su independencia. Puede ser que no terminara de desconstruir al macho como modelo, como norma de la humanidad, sin embargo, El segundo sexo, con su descripción de la fabricación de las mujeres como el otro con respecto a los hombres, fue duramente criticado por François Mauriac y los otros escritores católicos, atemorizados entre otras cosas por su escandalosa popularidad: ¡en una semana vendió 22 mil copias de ambos volúmenes! Simone de Beauvoir sólo se reconoció militante feminista en 1972, durante una entrevista. Con anterioridad sus contactos con el feminismo fueron más bien de carácter intelectual. En 1962, junto con la abogada feminista Gisèle Halimi, había redactado y publicado las memorias de Djamila Boupacha, describiendo la vida de una mujer en la lucha por la liberación de Argelia del poder colonial francés. Posteriormente, emprendió una crónica de los actos feministas en Les temps modernes, firmó peticiones, prologó libros, participó al lado de feministas en programas de televisión.En Une mort très douce (1964) se había preguntado por qué la muerte de la madre, su envejecimiento y decadencia, la habían sacudido mucho más que la muerte de su padre. En los cuentos de Une femme rompue, de 1967, sus personajes pasaban por las crisis más dolorosas de la condición femenina, las de la maternidad, las del desgaste amoroso, las del abandono y la descalificación. Les belles images, de 1966, también hablaban del amor desde las perspectivas de dos mujeres, la hija burguesa y la madre intelectual, en una sociedad que la marginaba a ambas.Ya en el Movimiento de Liberación de las Mujeres, defendió el derecho de las mujeres a una igualdad que trascendiera lo formal y les reconociera la libertad de elegir sus formas de vida. Su afán de justicia social la empujaba a ello. Junto con Sartre marchó en apoyo al derecho al aborto y defendió los derechos de las madres solteras y pobres. En 1979, Josée Dayan y Malka Ribowska, dos cineastas feministas, filmaron una película sobre su vida, en la que resaltaban su compromiso vital con la lucha de las mujeres: la titularon simplemente “Simone de Beauvoir”. En 1980,Sartre murió y Simone de Beauvoir actuó frente a su desaparición como una existencialista atea y como una feminista. Segura de que nunca volvería a ver a Sartre, dada su fe en que la vida termina con la muerte, enfrentó su última obra de escritura como una ceremonia, titulándola precisamente La ceremonia del adiós (1981). En este libro, a mitad camino entre las memorias y el ensayo filosófico, describió sus últimos años con Sartre de manera descarnada y, sin embargo, cálida, totalmente sincera, al punto de molestar a la hija adoptiva del filósofo, Arlette El Kaïm-Sartre. En 1983 publicó Lettres au Castor, las cartas que le había enviado durante toda su vida Sartre,quien desde el principio de su relación la apodó cariñosamente Castor por sus dientotes y su pasión por escarbar en los papeles y en las emociones humanas. El 14 de abril de 1986, Simone de Beauvoir muere en París. En los años siguientes se publicarían las cartas de Simone a Sartre (1990) y, en 1997, las apasionadas cartas de amor, reflexión y deseo que Nelson Algren le escribiera entre 1947 y 1964.
No dudo que a Simone de Beauvoir la apasionada lectura y dedicación de una maestra mexicana le hubiera encantado. Si algo hay que nunca me cuadró de “la madre del feminismo mundial”, es exactamente que hubiera podido aceptar ese título, que le hubiera encantado oírlo: en toda su obra de reflexión autobiográfica, junto con la más brillante percepción de la historia inmediata, percepción existencialista del estar en el mundo y ser en él una mujer conformada por todas las experiencias, está también un dejo de superioridad para con todas las demás mujeres, a las que puede mirar, sea con amor y compasión (Zaza, Stépha), sea con ironía, desdén, pena. Simone de Beauvoir, en Mémoires d’une jeune fille rangée, continuamente identifica su libertad con su capacidad para estudiar, y a pesar de que describe historias de amistades femeninas entrañables, y absolutamente formadoras, también afirma que en su juventud, al sentirse sola y consciente de que nadie la entendía ni la amaba “tout entière”, su aislamiento le permitió la manifestación de su superioridad, dándole la seguridad de que era alguien y de que haría algo. Es su obra autobiográfica y literaria la que hace de Simone de Beauvoir una feminista, aún más que El segundo sexo (y desde mucho antes de que ella lo reconociera) y que los artículos de Les temps modernes. En el apasionado mundo de su escritura, salvación y trascendencia a la vez, la escritora asume que su vida personal es la creación de una mujer superior; por ello, nunca separa lo vivido de la teoría que elabora. Ahora bien, lo autoreferente en el feminismo no debe confundirse con la egolatría, so pena de no entender su valor político. Las referencias autobiográficas de las escritoras implican la posibilidad de darle un cuerpo, individual y diferente, a la realidad del conjunto de las mujeres, de reconocerse como un ejemplo de la colectividad y sus situaciones de opresión históricas, así como una respuesta a las mismas.La biografía de Simone de Beauvoir es fácil de reconstruir a partir de lo que ella misma, con un ejercicio constante de búsqueda de la verdad existencial, reporta en Memorias de una joven formal y las subsiguientes autobiografías La force de l’age (traducido: La plenitud de la vida), de 1960, La fuerza de las cosas, de 1963, Una muerte muy dulce, de 1964, acerca de la muerte de su madre, así como en los ensayos La vejez, de 1970, Tout compte fait, de 1979, y en el relato La ceremonia del adiós, donde describe sus últimos tiempos con Jean-Paul Sartre.Nacida a las cuatro de la madrugada del 9 de enero de 1908, en un boulevard Raspail de indudable clase acomodada, en un cuarto de muebles blancos, rodeada de fotografías de tías y tíos, Simone Lucie Ernestine Marie Bertrand de Beauvoir descubre la vida, los celos y la amistad con el nacimiento de una hermana, a los dos años y medio. Su padre, que coqueteaba con la idea de ser noble, en juventud manifestó el deseo de trabajar en teatro, pero para no perder su posición en la “buena sociedad” se convirtió en abogado, profesión que siempre odió. Su madre era una católica militante, situación que permitió más tarde a la niña trabar amistad de por vida con Zaza, Elizabeth Mabille, la amiga que no sólo la introdujo conversando a los recovecos más profundos, místicos y prácticos del catolicismo, sino que, con su muerte, selló la liberación de Simone de esa creencia misógina y contraria a la naturaleza de la vida.La apreciación de los placeres y de lo trascendente de las sensaciones, la llevaron a intensas experiencias vivenciales y a una dedicación feliz a los estudios. Ingresó tras un año de preparación a la escuela de filosofía de la Sorbonne, donde pasó el examen de agrégationa los 21años. En 1929, al finalizar sus estudios, se ligó a un grupo de filósofos incipientes que no hubiesen agradado a las amistades católicas de su primera juventud. Con Paul Nizan, André Hermaid y Jean Paul Sartre dialogaba hasta altas horas de la noche. Muy pronto vio en Sartre a un igual, a un amigo de intelecto, a alguien que compartía sus quemantes aspiraciones, alguien, en fin, que la sacaría de su soledad. Su historia de amor, que con sus altibajos duraría hasta la muerte, ha sido un ejemplo de libertad amorosa para las dos generaciones posteriores de heterosexuales, pero hoy está siendo revisada a la luz de sus cartas, para comprobar si la relación de total intercambio y mutuo apoyo pregonada por de Beauvoir no fue en realidad su creación literaria más convincente. Creo que debemos hacer el esfuerzo de ubicar históricamente la relación de pareja heterosexual más intensa de mediados del siglo XX. Si ubicamos a Simone de Beauvoir en un tiempo que, en gran medida, rebasó y transformó, pero que de todas maneras la formó a ella, podremos entender por qué, tras haberse alejado sentimentalmente de Sartre en 1947, volvió de Estados Unidos para apoyarlo en su tarea de redacción filosófica, abandonando a su amante, Nelson Algren, a su novela, a un país menos atado a las trabas del pasado que Francia. Sin lugar a dudas, desde el momento mismo en que lo conoció, Beauvoir consideró la obra de Sartre como la más importante de sus tiempos, en el mundo entero, de manera que le manifestaría un mayor respeto que a la suya propia. Como mujer formada en el catolicismo y la moral burguesa, a pesar de su seguridad intelectual y su sentimiento de superioridad, no se habría enamorado de un hombre que no considerara superior a ella misma; más aún, considerándose ella superior a todos los demás hombres que conoció.En el lapso de tiempo que corrió de la crisis económica de 1929 a la guerra, siguió estudiando filosofía en Berlín; se mudó al departamento debajo de Sartre; experimentó la intensa relación de Sartre con una estudiante de nombre Olga Kosakievicz, experiencia sobre la que basó su primera novela: L’invitée, por sugerencia del filósofo que la instaba a meterse en su literatura para comprometerse con ella misma.
Enseñó filosofía en Marsella, Rouen y, finalmente, regresó a Paris. Muy consciente de la situación política francesa y del desamparo que experimentaba frente a la inminencia de la guerra, [ durante la ocupación alemana, aparentemente no se ligó a la Resistencia, limitándose a reportar las experiencias de una vida condicionada por la política, la persecución, el antisemitismo, la muerte. Su obra literaria posterior -considerando su autobiografía y las novelas Le sang des autres (1945) y Les mandarins (1954)-, revela su reflexión acerca de cuestiones como el compromiso político, las relaciones de amor y amistad en tiempos de excepción, la muerte, la necesaria Resistencia, el ambiguo rol de las mujeres en la vida y los entusiasmos políticos de los hombres.Después del éxito literario de Tous les hommes sont mortels, de 1946, empezó a viajar y a estudiar las formas en que las mujeres son vistas por el colectivo masculino en todo el mundo. En 1949 publicó El segundo sexo. Este libro la convirtió en la primera filósofa que, durante esa posguerra que clamaba por mujeres sumisas a la felicidad doméstica, se comprometiera con los estudios de la condición de subordinación y negación de la experiencia femenina. Por debajo de su aparente aceptación del rol de ser para otro, de Beauvoir percibió que ellas estaban a punto de destronar el mito de la feminidad y afirmar su independencia. Puede ser que no terminara de desconstruir al macho como modelo, como norma de la humanidad, sin embargo, El segundo sexo, con su descripción de la fabricación de las mujeres como el otro con respecto a los hombres, fue duramente criticado por François Mauriac y los otros escritores católicos, atemorizados entre otras cosas por su escandalosa popularidad: ¡en una semana vendió 22 mil copias de ambos volúmenes! Simone de Beauvoir sólo se reconoció militante feminista en 1972, durante una entrevista. Con anterioridad sus contactos con el feminismo fueron más bien de carácter intelectual. En 1962, junto con la abogada feminista Gisèle Halimi, había redactado y publicado las memorias de Djamila Boupacha, describiendo la vida de una mujer en la lucha por la liberación de Argelia del poder colonial francés. Posteriormente, emprendió una crónica de los actos feministas en Les temps modernes, firmó peticiones, prologó libros, participó al lado de feministas en programas de televisión.En Une mort très douce (1964) se había preguntado por qué la muerte de la madre, su envejecimiento y decadencia, la habían sacudido mucho más que la muerte de su padre. En los cuentos de Une femme rompue, de 1967, sus personajes pasaban por las crisis más dolorosas de la condición femenina, las de la maternidad, las del desgaste amoroso, las del abandono y la descalificación. Les belles images, de 1966, también hablaban del amor desde las perspectivas de dos mujeres, la hija burguesa y la madre intelectual, en una sociedad que la marginaba a ambas.Ya en el Movimiento de Liberación de las Mujeres, defendió el derecho de las mujeres a una igualdad que trascendiera lo formal y les reconociera la libertad de elegir sus formas de vida. Su afán de justicia social la empujaba a ello. Junto con Sartre marchó en apoyo al derecho al aborto y defendió los derechos de las madres solteras y pobres. En 1979, Josée Dayan y Malka Ribowska, dos cineastas feministas, filmaron una película sobre su vida, en la que resaltaban su compromiso vital con la lucha de las mujeres: la titularon simplemente “Simone de Beauvoir”. En 1980,Sartre murió y Simone de Beauvoir actuó frente a su desaparición como una existencialista atea y como una feminista. Segura de que nunca volvería a ver a Sartre, dada su fe en que la vida termina con la muerte, enfrentó su última obra de escritura como una ceremonia, titulándola precisamente La ceremonia del adiós (1981). En este libro, a mitad camino entre las memorias y el ensayo filosófico, describió sus últimos años con Sartre de manera descarnada y, sin embargo, cálida, totalmente sincera, al punto de molestar a la hija adoptiva del filósofo, Arlette El Kaïm-Sartre. En 1983 publicó Lettres au Castor, las cartas que le había enviado durante toda su vida Sartre,quien desde el principio de su relación la apodó cariñosamente Castor por sus dientotes y su pasión por escarbar en los papeles y en las emociones humanas. El 14 de abril de 1986, Simone de Beauvoir muere en París. En los años siguientes se publicarían las cartas de Simone a Sartre (1990) y, en 1997, las apasionadas cartas de amor, reflexión y deseo que Nelson Algren le escribiera entre 1947 y 1964.
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